Artefacto teórico-estético disfrazado de laboratorio experimental camp (y viceversa), el tercer largometraje de la californiana Amanda Kramer fue el film de apertura de la edición 2022 del Festival de Rotterdam. Una movida jugada, ya que a pesar de todos los rasgos de familiaridad que forman parte de su ADN, Please Baby Please no deja de ser un hueso audiovisual duro de roer. Las referencias visuales, musicales y textuales señalan en varias direcciones, de Amor sin barreras a Querelle, de los melodramas de los años 50 a Kenneth Anger, del gusto por el look de las pandillas juveniles al deseo queer exacerbado por vestuarios e iluminaciones, del divismo de peluquería y maquillaje grueso al underground beatnik de inconfundible sello neoyorquino. Pero lejos del homenaje o el simple pastiche, Kramer crea un objeto discursivo en el cual los roles masculinos y femeninos tradicionales son puestos en tensión desde el primero hasta el último de los 95 minutos de metraje.