Como las clase-B de los años 40 y 50, Las intemperies, opera prima de Guido de Paula y Andy Riva, es seca, concisa y económica. Hay un hombre que necesita expiar una tragedia, su hermano que vive como un ermitaño en medio del bosque, una mujer golpeada y el hombre que la golpeó, hijo de un poderoso del lugar, que merodea por la zona de modo amenazante. Lo que importa no es tanto la anécdota sino la coherencia de tono, la precisión del relato, las actuaciones ajustadas, la homogeneidad del conjunto, quebradas apenas por algún énfasis musical. El escenario es agreste y elemental, como en un western: el bosque, rocas, un río, una cascada. La resolución recuerda, de hecho, la de un western absolutamente fuera de norma, que terminaba con un final digno de un cuento de Borges (y no de cuchilleros): Rumbo al infierno (The Shooting, 1966), de Monte Hellman.