Estrenada en la Mostra de Venecia 2020 (donde ganó el premio al Mejor Actor) y nominada por Túnez al Oscar 2021, la película de Ben Hania se inicia en Siria en 2011, cuando Isis comenzaba a desplegar sus fuerzas. Sam Ali (Yahya Mahayni) es arrestado por un incidente inexistente que la paranoia oficial interpreta como gesto de subversión, siendo expulsado del país. En Bélgica se cruza accidentalmente con Jeffrey Godefroi (Koen de Bouw), famoso artista conceptual (“convierte cosas sin valor en obras de arte, con sólo firmarlas”) y Mefistófeles del caso, que le propone pintar su espalda. Aquí sobreviene una coincidencia que al espectador local podrá resultarle asombrosa, ya que la idea de Godefroi es, en plan serio, la misma que los protagonistas de la genial La ballena va llena tramaban como broma política. Cuando Godefroi estampe su firma en la espalda de Alí, éste pasará de la condición de refugiado a la de obra de arte, y como no hay legislación en el mundo que impida el traslado de obras de arte de un país a otro, Alí quedará en condiciones de andar por donde se le antoje. A la vez --de no ser así este pacto no remitiría al antecedente al que remite-- el humilde refugiado sirio embolsará la bicoca de 1 millón de dólares.