Pelé fue al Mundial de 1962 en Chile a revalidar su condición de Rey y a dar una nueva muestra de su talento inagotable. Pero no pudo ser. Después de haber marcado un gol en la victoria por 2 a 0 ante México, ante Checoslovaquia sufrió un desgarro en el muslo izquierdo y debió salir lesionado. Amarildo lo reemplazó hasta el final del torneo sin que Pelé pudiera reaparecer. Y lo hizo tan bien que fue una de las grandes reveñaciones del segundo título mundial que los brasileños consiguieron ese año. Cuatro años más tarde, en el Mundial de Inglaterra, Pelé fue demolido a golpes por los defensores europeos sin que los arbitrajes hicieran nada para detener la cruel cacería de hombre. Garrincha y él hicieron los goles del 2 a 0 contra Bulgaria, pero le pegaron tanto que no pudo jugar con Hungría. Volvió tocado ante Portugal y le dieron de nuevo sin piedad. En ese marco de violencia imparable, Brasil perdió esos dos partidos por 3 a 1 y quedó eliminado en primera fase. Pelé volvió tan machucado a Brasil que ni siquiera pudo bajar la escalerilla del avión por los golpes que recibió.