“Nadie puede entender por lo que he pasado”. Quien le habla a France de Meurs es su entrevistada, una sufrida mujer cuyo marido, con quien convivió durante treinta años, acaba de ser detenido por abusar sexualmente de una niña. La frase, sin embargo, podría perfectamente ser pronunciada por la propia France, que a esa altura del relato ha sufrido varios golpes personales y reveses profesionales, y se ha reinventado para volver a ser casi la misma. France – En primera plana, la película más reciente del rabiosamente iconoclasta Bruno Dumont, deja de lado el rigor formal de sus dos largometrajes previos –el díptico integrado por Jeannette y Jeanne, particular abordaje a la vida y obra de Juana de Arco– y concentra los cañones en otra zona de sus intereses: la sátira, la caricatura. El grotesco, incluso. En un papel haute couture, cuyas medidas le calzan como anillo al dedo a Léa Seydoux, la actriz interpreta a France, periodista estrella de la televisión francesa amada por millones, que bien puede entrevistar a los más altos representantes de la política nacional en el estudio (y cenar más tarde con ellos) o calzarse un casco para atravesar zonas de guerra en Medio Oriente, entre disparos y cañonazos. Esa inmensa fama se demuestra en la primera escena, que gracias al montaje intercala imágenes del premier francés Emmanuel Macron con planos de la protagonista, durante una conferencia de prensa en el palacio del Elíseo. Precisamente, el concepto de artificio está presente tanto en la ficción como en la manera en la cual esta se construye. France repite con variaciones de tono las preguntas de un reportaje, le pide a un soldado que mire hacia arriba y levante su arma al cielo, arma planos sobre el vacío, que luego serán ensamblados con su contraparte visual en la isla de edición. Dumont, en tanto, replica la falsedad del estudio de tevé con secuencias de movimiento a bordo de automóviles que parecen flotar sobre el vacío: no hay puertas ni parabrisas, apenas un volante que la actriz simula girar. Es precisamente durante un viaje en una París congestionada que France atropella accidentalmente a un motociclista. Nada grave, apenas una ligera lesión en la rodilla de un joven hijo de inmigrantes, pero suficiente para que la vida interior de la periodista –a quien no dejan de acosar en la calle para pedirle una selfie o un autógrafo– cambie radicalmente.