El papa Francisco, que comenzó la ceremonia en medio a una niebla poco común en Roma y un día de bajas temperaturas invernales, celebró el funeral en latín, como seguramente le habría gustado al Pontífice fallecido que amaba las celebraciones en el idioma que hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965) era obligatorio en la Iglesia y que después no lo fue porque se quiso difundir la religión en los idiomas locales. En el 2007, Benedicto permitió nuevamente las misas en latín para evitar divisiones dentro de la Iglesia, como la estimulada por el ultraconservador francés Marcel Lefebvre, que terminó siendo excomulgado. Pero Francisco el año pasado revocó esta decisión.