La noticia sacudió a Hollywood a fines de octubre del año pasado: James Gunn, responsable de la saga de Marvel Guardianes de la Galaxia y víctima de la cultura de la cancelación por un par de tweets escritos hace mil años, cruzó de vereda para asumir como co-presidente de DC Studios, la división a cargo de adaptar los comics al formato series y películas. Su labor, a diferencia de la de Kevin Feige en Marvel, está vinculada únicamente con la faceta artística, mientras que su compañero en el cargo, Peter Safran, se aboca a lo administrativo y ejecutivo. La contratación tenía como objetivo intentar replicar la fórmula que tanto éxito (económico, no necesariamente artístico) le deparó a la casa de Iron Man, Thor y compañía: trazar el mapa narrativo de las distintas producciones para que, uniéndolas, se arme un relato macro. Se entiende, entonces, que Flash funcione como el primer exponente de un universo que promete expandirse hasta el infinito y más allá.