Es muy probable que Matías Szulanski sea uno de los directores más prolíficos del ala independiente del cine argentino contemporáneo. Con solo enunciar los números de su breve aunque intensa trayectoria profesional, queda claro que tiene armas de sobra para, de mínima, ocupar algún lugar en el podio: nació en 1991 y lleva siete años de actividad durante los que desarrolló diez largometrajes. El anteúltimo, Juana Banana, integró la Competencia Argentina de la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Palta; el más reciente, Último recurso, fue el encargado de levantar el telón del reciente Bafici, que desde hace casi un lustro apuesta por inaugurar las proyecciones con comedias anómalas, un tanto ajenas a los modelos más tradicionales y explosivos del género (Pequeña Flor, Claudia). Anomalía es término que cuadra muy bien con las búsquedas de Szulanski, cuya mirada condensa la incomodidad ante personajes no siempre queribles con situaciones en las que anida un humor absurdo que no necesita subrayados para funcionar como tal. En el caso de Último recurso, se suma un hecho coyuntural difícilmente contemplado por el realizador a la hora de iniciar el proceso creativo: el triunfo de la selección nacional en el Mundial de Qatar. ¿Qué tienen que ver Messi y compañía con una comedia indie? Sucede que la premisa central dialoga de manera frontal con el fervor por la Scaloneta, en tanto plantea un escenario que no por irreal deja de ser hermoso: la del último diciembre no fue la tercera estrella en el escudo, sino la cuarta. O así sería si se comprobaba que el casete con la grabación de un audio radial que llega hasta la revista deportiva venida a menos que presta su nombre a la película es auténtico.