Ahora sí, dice uno, allá por el cuarto o quinto episodio, pero no. Ahora sí, repite ahí por el sexto o séptimo, ahora sí se pudre, pero no. Bueno, ahora sí, vuelve a enunciarse cuando Viserys termina su larga agonía, larga un último suspiro y deja el espacio abierto para que sí, se pudra de una buena vez. Pero no. Si a Game of Thrones se le criticó mucho el ritmo frenético de su última temporada, House of the Dragon hizo un culto de la morosidad. Y a veces funcionó, y otras no tanto. La serie culminó su primera temporada el domingo bajo el mismo espíritu de sus nueve capítulos anteriores, demandándole al espectador que tenga paciencia, que ya llegará la danza de los dragones, que si Rhaenys largaba un "dracarys" en el cierre del noveno episodio adiós intrigas, adiós luchas de poder, adiós serie a la que HBO apuesta tanto.