En apariciencia, Unicorn: warriors eternal cuenta una típica lucha entre el bien y el mal dentro de un contexto inusual y simpático, como el de una Inglaterra victoriana atravesada por el steam-punk y la magia. Máquinas de vapor, suburbios fabriles héroes ancestrales y misterios ocultos ofician como carta de presentación de la serie. Tres campeones de antaño despiertan para enfrentar a un antiguo mal. Hasta ahí, todo razonablemente normal, más allá de la combinación steam-punk y magia. “En realidad es todo una metáfora sobre el crecimiento”, apunta Tartakovsky. “Habla de pasar de ser niños a adolescentes, de adolescentes a adultos”, explica y reconoce que, a fin de cuentas, le vino bien esperar dos décadas para llevarla a la pantalla. “No hacerla tantos años me benefició porque vi crecer a mis propios hijos, ¿sabés? Por ejemplo, de los 12 a los 13 mi hija pasó a ser una persona completamente diferente y eso me inspiró más a contar las historias de los personajes”, ahonda.