Alguna vez la palabra sirvió como contraseña de una era, una cultura que vinculó a la música con ciertos ideales. Treinta años después, y en solo tres días, pasó a ser sinónimo de desastre, una palabrita empezada con W a evitar por los años de los años. De hecho, tuvieron que pasar más de dos décadas para que un producto audiovisual masivo buscara explicar qué pasó en julio de 1999 en la ex base de la Fuerza Aérea Griffiss Park. Si el festival Altamont es señalado una y otra vez como el último clavo en el ataúd de los '60, Woodstock fue la violenta eclosión del cinismo noventista.