Shithouse revisita todos los tópicos del género-college, que se repiten de película en película como monolitos: el edificio donde están los dormitorios, las fiestas en las casas de las distintas fraternidades, el béisbol, el alcohol, el porrito, la promiscuidad. Hay, sin embargo,un espacio fundamental que, en la que tal vez sea la decisión más arriesgada de Raiff como guionista y director, queda fuera de campo de una punta a otra de la película: el de las clases, los profesores, el decano o decana, el estudio en general. Es como si la universidad consistiera sólo en la convivencia entre pares, sin que haya a la vista ni un maldito apunte. Alex tiene por compañero de cuarto al típico fumón, que en las fiestas se toma todo, y cuando llega al dorm vomita y se caga encima. Una de las cosas más graciosas de la película es, paradójicamente, la falta de gracia de Sam, que cree tener condiciones para cómico de standup y es tan divertido como López Murphy en un mal día.