A cuatro años de la última película y a casi 45 años de la original, Halloween: la noche final se propone a sí misma como cierre de una de las sagas más exitosas de la historia del cine de terror. Pero ¿se trata realmente del final? La sospecha está justificada. Es que con este tipo de películas seriadas nunca se sabe, porque las características propias del género no excluyen la posibilidad de que algún evento sobrenatural (o la avaricia de los productores, siempre bien dispuestos a la tentación de hacer borrón y cuenta nueva) permita que la historia se reinicie o continúe. Y si bien se trata del episodio que propone el final menos ambiguo para Michael Myers, alias The Shape (La Forma), dando a entender que ya no habrá posibilidades físicas para su regreso, a lo largo del relato también es posible detectar algunas claves que permiten imaginar que la última palabra aún no ha sido dicha. También resulta un gesto simpático que este (supuesto) episodio final coincida con la 13° entrega de la saga. No solo por la funesta fama del número sino porque se trata de una cifra asociada a Martes 13, la otra gran franquicia del universo del slasher, el popular subgénero protagonizado por asesinos seriales con armas blancas.