¡Ah, el cine catástrofe! Terremotos por acá, desastres climáticos por allá. Edificios que se incendian, aviones (muchos aviones) haciendo equilibrio entre “me caigo” y “no me caigo”. El actor escocés Gerard Butler ya había atravesado anteriormente varias de estas contingencias, pero hasta ahora nunca había estado en un avión que se cae. Bueno, dicen que para todo hay una primera vez. Y es que de eso se trata, al menos al principio, Alerta extrema. Acá Butler es el capitán Torrance, piloto de una aerolínea para la que realiza vuelos por las rutas del sudeste asiático y el Pacífico. Es la víspera de año nuevo y el capitán le promete a su hija, que vive en California, llegar a tiempo para brindar. Pero primero debe hacer un viajecito a Hawai que lo llevará a sobrevolar una tormenta, obligado por la compañía, para quienes un desvío equivaldría a un sobrecosto de varios miles de dólares. Como corresponde, la cosa no tarda en salir mal. Igual que otras películas de accidentes aéreos, como El vuelo (2012) o Sully (2016), dicha contingencia es apenas un aperitivo para los problemas que se desatarán luego de la misma. A diferencia de los trabajos de Robert Zemeckis y Clint Eastwood, respectivamente, donde todo derivaba en entuertos legales tan insensatos como graves para sus protagonistas, acá el capitán Torrence, su tripulación y los pasajeros deberán enfrentarse a cuestiones más prosaicas. Porque quienes sobrevivan al impacto en una isla perdida en el inmenso mapa del océano, pronto descubrirán que ahí tampoco están a salvo.