“Hay una contradicción muy grande. Uno dice 'qué lindos los campos y la arboleda', pero lo que sucedía ahí era siniestro. Siempre me dio miedo”, le dice su tía al escritor Félix Bruzzone. El “ahí” al que refiere la señora es Campo de Mayo, el predio ubicado en el corazón del noreste del conurbano cuyas seis mil hectáreas lo convierten en una de las guarniciones militares más grandes de la Argentina. Bruzzone compró hace más de quince años un terreno para construir su casa muy cerca de allí, sin saber que en “El campito”, el centro clandestino de detención que funcionó en aquel lugar durante la dictadura cívico-militar iniciada en 1976, había sido visto por última vez su madre Silvia, secuestrada cuando él tenía apenas tres meses. Alrededor de esos espacios cargados de muerte y dolor, pero también de una flora y fauna que, ante la falta de controles, han conformado un ecosistema propio, el escritor –mejor dicho, el personaje con mucho de él que compone el escritor– despunta su pasión por el running. Pero, ¿qué es Campo de Mayo? ¿Cómo conviven los vecinos con ese pulmón verde? ¿Qué huellas del pasado quedaron en el presente? ¿Cuáles son las particularidades que genera en la dinámica urbana la presencia de un predio de 28 kilómetros de perímetro que, más allá de sus secretos, tiene sus alambres permeables a quien quiera traspasarlos? Preguntas que atraviesan a Félix y, por lo tanto, a Camuflaje, la película que lo tiene como protagonista y está dirigida por Jonathan Perel, un realizador que ha hecho de los espacios vinculados a la dictadura el gran tema de su obra.