En 1992 salieron a la venta dos discos que revolucionaron a la cultura pop argentina: Colores santos y Dynamo. Ambos tuvieron a Gustavo Cerati en el centro de la escena. El primero lo firmó con Daniel Melero, con el que había establecido una de las sociedades musicales más productivas del cambio de década, en tanto que el otro es considerado la obra maestra de Soda Stereo. A tres décadas de su aparición, esos repertorios no sólo siguen sonando contemporáneos sino que posiblemente son los más influyentes de la discografía del cantautor. Uno de los artistas que fue atravesado por esos álbumes fue su vástago, Benito Cerati, quien lo dejó en evidencia a través de su laboratorio sonoro Zero Kill. Así que nadie mejor que él para capitanear el homenaje a esos trabajos que se celebró en la noche del domingo en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner.