Acaso Diego Schwartzman se encuentre ante el desafío más importante de su vida: volver a construir la confianza que lo llevara a cosechar todos los logros de su carrera. Llegó a ser el número ocho del mundo, le ganó a Rafael Nadal en polvo de ladrillo, ganó cuatro títulos de nivel ATP, fue semifinalista de Grand Slam y hasta alcanzó la final en un Masters 1000. Este miércoles sufrió una nueva derrota: se despidió en la segunda ronda del ATP 500 de Barcelona luego de perder 6-2 y 6-4 ante el italiano Jannik Sinner, el número ocho del ranking mundial. Si bien exhibió ciertos momentos de aplomo (recuperó terreno en el segundo set y hasta estuvo a un punto de ponerse 5-4), es una caída más en un presente que sólo arroja incertidumbre. Todo aquello parece haber quedado en el tiempo y resulta imposible soslayar la dificultad de que vuelva a repetirse: lejos de sus años dorados, con el extenso liderazgo del tenis masculino nacional entre los atributos -fue el número uno argentino durante 179 semanas consecutivas, entre 2019 y 2023-, ahora necesita, de manera imperiosa, detener el derrumbe.