La búsqueda de redención es uno de los grandes temas del cine de Hollywood. Algunos personajes la encuentran reparando (o al menos reconciliándose con) el pasado y otros tantos lo hacen direccionando sus vidas hacia caminos menos espurios y más tranquilos, lo que suele traducirse en la construcción de una familia tradicional. Pero están también aquellos que se aferran a la fe como un náufrago a su salvavidas. Tal es el caso de Stuart Long, un muchachón que a sus treinta largos se comporta como un veinteañero convencido de que podrá vivir de su vocación. Pero el boxeo no es para todos, y los largos años de recibir trompadas a cambio de monedas que no alcanzan para nada –salvo para disgustar a su madre– terminan pasándole facturas a ese hombre que, para colmo, vive atormentado por la muerte de su hermano mayor durante la infancia. El asunto se complica aún más cuando le detecten un problema en el cuerpo que hace que las infecciones demoren mucho más de lo habitual en curarse, un síntoma que el médico interpreta como un mensaje del cuerpo de que las subidas al ring deben terminar. ¿Qué hacer, entonces, cuando aquello a lo que dedicó su vida se convierte en una actividad vedada? Sobre eso versa El milagro del Padre Stu, que en estos días llegó a la plataforma HBO Max.