Era un tarde de 2009 en St Louis cuando Brandy y su hijo Jayson, de 11 años, volvieron a su casa y vieron un cartel pegado en la puerta de su departamento. La madre lo leyó y se largó a llorar. Se trataba de una notificación de ejecución hipotecaria por falta de pago. “Me quedé ahí y sólo atiné a abrazarla. No sabía qué hacer, no podía ayudarla”, recordó Jayson. Fue el momento más duro de aquella dupla que se bancó todo durante una década y media para hoy poder disfrutar un momento soñado. Aquel chico es la superestrella de Boston Celtics –y de la NBA- y desde este jueves jugará, a los 24 años, su primera gran final, ante los Warriors. Estas líneas mostrarán cómo entre ambos hicieron un dúo invencible: la forma en que superaron cada obstáculo, desde no tener luz o para comer hasta tener que levantarse a las 5.30 de la mañana entrenar y soportar que una maestra le dijera que su sueño de NBA era imposible.