El 1° de mayo de 1948, el entonces Presidente Juan Domingo Perón anunciaba la nacionalización de los ferrocarriles argentinos, que en su gran mayoría estaban en manos extranjeras (inglesas).Esta decisión se baso en los trabajos de don Raúl Scalabrini Ortiz, ex integrante de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) que supo apreciar el rol fundamental de los ferrocarriles para el desarrollo económico y social de la Argentina. En sus investigaciones, Raúl Scalabrini Ortiz señala no sólo casos de corrupción individual, sino auténticas estafas de las empresas ferroviarias inglesas para con el Pueblo argentino, haciéndole pagar al Estado por cosas inexistentes, engrosando sus gastos (el Estado garantizaba el 7% de ganancia) e incluso impidiendo el desarrollo de determinadas zonas del país, o la explotación de recursos que hubiesen complicado la importación desde Gran Bretaña (como fue el caso del petróleo del noroeste). La primera respuesta del Estado a esto fueron los ferrocarriles de Fomento, con los cuales se construían ramales para desarrollar regiones que para el capital extranjero carecían de interés. Finalmente, retomando el tema de la nacionalización de los ferrocarriles, el Estado utiliza las libras congeladas en Gran Bretaña (como resultado del comercio durante la segunda guerra mundial) para comprar tanto bienes directos, como indirectos de los FFCC (no solo formaciones y vías, sino que también muebles, inmuebles y empresas relacionadas). Gracias a esta compra, se "compró soberanía" (en palabras de Raúl Scalabrini Ortiz) y la Argentina pudo fijar su propia política de transporte, los precios de las tarifas, el funcionamiento de los talleres ferroviarios y desarrollar su industria para la construcción de vagones, coches y locomotoras, disponiendo de tecnología de punta con las obras del Ing. Porta en vapor y el Ing. Saccagio en diesel.