El capítulo estreno de El primero de nosotros fue un golpe al mentón. Pero no de esos que dejan en la lona y al borde del nocaut a quien lo padece, sino más bien uno que intenta despabilar al que lo recibe. A fuerza de una trama dura, con un disparador que abandona las tantas veces revisitadas rencillas amorosas entre amantes imposibilitados de consumar lo que sienten, la ficción que Telefe estrenó el lunes (diariamente a las 21.45) debutó con un episodio que se propuso destrozar la-fórmula-de-siempre de la pantalla chica local. Y lo hizo con un planteo existencial tan contundente como movilizante: qué hacer y cómo seguir viviendo tras el diagnóstico de una enfermedad terminal. Una historia sobre la amistad, los deseos y la vida, que interpela a quienes la vean (en Paramount+ los capítulos de cada semana están disponibles con anticipación) mucho más allá de su rol de televidentes.