Al borde de la medianoche la militancia empezó a volver a la esquina de Juncal y Uruguay. No había banderas desplegadas y los cantos a esa hora duraban apenas un respiro callados por otros, entre los que estaban ahí, mientras se extendía una sensación de duelo colectivo. “Sin banderas, nada, no había nada, era como un velorio, como la entrada de un hospital”, dice Thiago Rodríguez, uno de los cronistas presentes en el espacio. “Los cantos duraban segundos, la misma militancia los paraba diciendo que por favor se callen, que no es momento de cantar”.