Los ejercicios de memoria y nostalgia que asocian a la infancia con algún pueblo o ciudad al sur de Italia se convirtieron en un género muy transitado por el cine de ese país. Tanto que no es fácil encontrar trabajos como los de Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso, Malena, Baaria) o la más reciente La mano de Dios (Paolo Sorrentino, 2021) por fuera de lo producido en la península. Lo más parecido en el cine anglosajón son los relatos autobiográficos que últimamente vienen filmando varios cineastas. Aunque estos rara vez alcanzan los niveles de melancolía recargada, exacerbación extrema de la ternura o el sentido trágico que suele desbordar a las producciones italianas de este tipo, a las que ahora se debe sumar Aspromonte, la tierra de los últimos, de Mimmo Calopresti. Se trata de otra película ambientada en alguna aldea pobre de Sicilia durante la posguerra, donde los pequeños dramas adquieren dimensión universal. Ahí, los siempre nobles lugareños enfrentan no sólo la miserable situación a la que los empuja la coyuntura geopolítica, sino la malicia de la corrupción local y la violencia de los también tradicionales caudillos-delincuentes de las mafias locales. En ese sentido, Aspromonte no ofrece mucha novedad respecto de lo que se ha visto, con variantes lógicas, en los títulos ya mencionados. La diferencia más notable es que acá no hay ningún tipo de juego de cine dentro del cine, que forma parte central de las películas de Tornatore y Sorrentino antes mencionadas.