Pocas veces, un deportista ha encarnado tanto la representación de un país como lo hizo Oleksandr Usyk con Ucrania. Su pelea del sábado con el inglés Anthony Joshua en Jeddah (Arabia Saudita) fue mucho más que la primera defensa de su triple corona (Asociación, Federación y Organización) de los pesados. El acontecimiento desbordó largamente su importancia deportiva y se convirtió en una plataforma de expresión del sentimiento del pueblo ucraniano, en medio de la guerra que viene sosteniendo contra Rusia. Detrás de Usyk, en todo momento estuvieron los 44 millones de habitantes del país y sobre todo, los 5000 civiles muertos y los 6500 heridos que el conflicto ha dejado como ingrato tendal hasta el momento. Cuando terminaron los 12 titánicos asaltos de la contienda, Usyk y Joshua besaron emocionados la lona del ring, y se fundieron exhaustos en un abrazo que fue bastante más que un saludo o una felicitación final por haber llegado hasta lo último con lo último que les que quedaba. Fue un acto de mutuo agradecimiento que se extendió ante los ojos del mundo, cuando poco antes de anunciarse el fallo que dio ganador a Usyk por fallo dividido y le permitió retener su triple corona, los dos guerreros y el árbitro puertorriqueño Luis Pabón posaron con la bandera azul y amarilla de Ucrania tendida por detrás.