A las seis de la mañana del 24 de febrero, hora de Moscú, comenzaba la guerra. Rusia lanzaba oficialmente un ataque contra Ucrania que se centraba, en un primer momento, en algunos enclaves militares estratégicos. Las primeras bombas se sintieron en Kiev. Luego los bombarderos dejaron su mella sobre Járkov, al este del país ucraniano, y Dnipró una ciudad de interior. Putin apenas dio tiempo para asimilar el envite. Tan sólo habían pasado unos minutos entre las primeras explosiones y el discurso a la nación que anunciaba el estallido del que posiblemente será el mayor conflicto bélico en Europa desde la II Guerra Mundial.