La versión más reciente de Cyrano de Bergerac practica dos innovaciones en relación con la obra clásica de Edmond Rostand. Una no es propia sino producto del material en que se basa, un musical puesto en escena cuatro años atrás por Erica Schmidt, que ahora tiene a cargo el guion de la película. El traspaso podría justificarse, pero salvo un emotivo número de trincheras hay un problema: los números musicales son inanes. La segunda novedad es que por primera vez el defecto físico del protagonista no consiste en su desmesurada prominencia nasal sino en su altura, desmesuradamente también, pequeña. Esta elección no sólo es lógica, sino que darle protagonismo al notable Peter Dinklage resulta el mayor acierto de la versión dirigida por ese especialista en cine de época que es el británico Joe Wright (Orgullo y prejuicio, Expiación, orgullo y deseo, Anna Karenina).