El título original, Mistari Cheng (“Maestro Cheng”) alude a la condición del protagonista. Dueño de un restorán de categoría en Shanghai, Cheng (Pak Hon Chu) ejerce su magisterio en la cocina. En la cocina de Sirkka (Anna-Maija Tuokko), mujer soltera de mediana edad, dueña de lo que podría llamarse un “comedero” en un alejado pueblito finlandés. Sin saber una palabra del idioma, el viudo Cheng (la condición de extranjero es tal vez la constante más marcada del cine de MK) llegó hasta Pohjanjoki junto a su pequeño hijo Niu Niu (Lucas Hsuan), buscando algo o a alguien. Nadie le entiende. Salchichas con salsa y puré, más el posible agregado de una ensalada, es el plato único del bar-restaurant de Sirkaa, cuyos parroquianos parecen no conocer otra comida que no sea ésa. Hasta que llega Cheng, con sus woks y sus sopas de perca recién pescada, y revoluciona el lugar. Cheng va a revolucionar también, claro, el corazón de Sirkka. Él cocina para ella, ella cumple para él y Niu Niu, y además tiene una pieza libre en su casa. El resto es de imaginar, y esa es la debilidad de Un amor cerca del paraíso, que cumple puntualmente con los pasos de distancia, acercamiento, fusión, alejamiento y reencuentro.