Mucho antes de pelearse con una buena parte de la crítica de Francia por la dura recepción que le propinó a Napoleón (“Los franceses no se gustan ni a sí mismos”), Ridley Scott contó que la duración original de su biopic sobre una de las figuras más importantes de la historia del país del galo era de cuatro horas y media. La productora de la película, Apple TV, podrá darle casi doscientos millones de dólares a Martín Scorsese para Los asesinos de la Luna y otros tantos al responsable de Blade Runner y Alien, el octavo pasajero con tal de bañarse en las aguas del prestigio, pero incluso para esos estándares un metraje de esa extensión era demasiado. Conclusión: Scott tuvo que tijeretear de lo lindo para llegar a una duración un tanto más razonable de poquito más de dos horas y media. Imposible saber –al menos por ahora, ya que es probable que la versión original desembarque en la plataforma– qué dejó afuera el realizador de 85 años, pero lo cierto es que las huellas de los cortes se materializan a lo largo de una película tan despareja como ambiciosa en su intención de narrarlo todo.