En el podio de los terrores cinematográficos “maternales” –o, para mayor precisión aún, de embarazos terroríficos– El bebé de Rosemary sigue manteniendo un indiscutible primer lugar, secundado por otros títulos en los cuales el proceso de gestación de un futuro bebé es pródigo en los más oscuros augurios. Huesera, ópera prima de la mexicana Michelle Garza Cervera que viene de recorrer numerosos festivales de cine, incluido el de Mar del Plata, viene a sumarse a esa lista con rasgos genéricos y otros bien distintivos. Es que la historia de Valeria (la debutante en el cine Natalia Solien), una treintañera que acaba de confirmar la gravidez junto a su pareja Raúl, ofrece un retrato dramático de los miedos más profundos de cualquier futura mamá, aunque recostados sobre una fina capa de procedimientos típicos del cine de horror y aledaños. No es casual que a una escena que transcurre durante una reunión familiar durante el día de la madre (¡de todos los días posibles!), ocasión para recordar jocosamente cómo a una joven Valeria un bebé ajeno se le cayó por las escaleras, le sigue una secuencia nocturna marcada por aires de pesadilla. ¿Quién es esa mujer que parece haberse suicidado justo en el edificio de enfrente y que, algunos minutos más tarde, toca el timbre de casa? La protagonista, una bola de nervios que hace crujir constantemente sus dedos y otras de articulaciones del cuerpo –metáfora quizás del movimiento de los huesos pélvicos ante la presencia del feto–, observa desde la camilla el monitor del aparato de ultrasonido como si se tratara de la prueba definitiva de una invasión alienígena. Pero las señales de que algo está muy mal, y de que sólo puede empeorar, no vienen del espacio exterior, sino desde el interior más profundo de su mente, cuerpo y espíritu.