El tiempo pasó. Más específicamente, 30 años desde su mítica primera visita en 1992, en el mismo lugar. La de anoche fue la octava vez de la marca Guns N’ Roses en el país, y la tercera desde el reencuentro, ahora con Dizzy Reed -ya histórico- y Melissa Reese en teclados, Richard Fortus en guitarra rítmica y Frank Ferrer en batería. En esta nueva oportunidad, impedida por el coronavirus en 2020, tampoco quedó clásico sin tocar. El punteo inicial del bajo de Duff para “It’s so easy”, una recurrente de Appetite for Destruction, despertó a las 60 mil personas que llenaron la cancha y abrió una historia que no se cerraría sino hasta tres horas después con “Paradise city”, del mismo monolítico disco. Una parábola clásica del grupo.