Un culto pagano, un club de motoqueros, un tendal de cuerpos y la estampa glacial de un pueblo escandinavo. La tercera temporada de Entrapped (estreno de la semana pasada por Netflix) encierra el “nordic noir” a los confines de Islandia. Reaparición para Andi (interpretado por Ólafur Darri Ólafsson) con su pesada mochila existencial e Hinrika (Ilmur Kristjánsdóttir). Dos de esos detectives a los que siempre les llegan casos truculentos. Es un policial escandinavo, así que cada crimen está atado a alguna pandemia social y una geografía determinada. Los investigadores se verán envueltos en una guerra de clanes por territorio en las afueras de Siglufjörður. La secta, que ha levantado campamento en una zona que consideran sagrada, y el club de vikingos en moto que reclama el sitio para sus actividades. Esta temporada de la creación de Baltasar Kormákur consta seis episodios, aunque mantiene sus señas reconocibles. Quedar aislado en una fisonomía extrema, poblada por poco más de trescientos mil sujetos que comparten el mismo código genético, y con misterios cruentos a resolver.