Entre 1967 y 1970, Nigeria y Biafra sostuvieron una sangrienta guerra de secesión que dejó un saldo de no menos de 500.000 muertos y mas de dos millones de exiliados. En enero de 1969, Santos realizaba una de sus agotadoras giras mundiales y debía presentarse en Lagos, la capital de Nigeria y en Benin, a jugar dos amistosos, pero amenazó con suspenderlos ante el riesgo que implicaba hacerlo en medio de un encarnizado conflicto bélico. Como nadie quería quedarse sin ver a Pelé, los dos bandos pactaron una tregua de 72 horas para que ambos partidos pudieran jugarse. Y así fue. Pelé detuvo la guerra, el Santos ganó un partido y empató el otro en medio de un gran operativo de seguridad y cuando se fue, prosiguieron las balas, las bombas, la sangre y la muerte.