En 1975, Hassan II alteró el mapa de África aprovechando la crisis que vivía España ante la inminencia de la muerte de Francisco Franco. Mientras el dictador agonizaba, el rey ordenó lo que pasaría a la historia como la Marcha Verde. España, que había dado la independencia a Guinea Ecuatorial (único país de África cuya lengua oficial es el español), se disponía a abandonar el Sahara Occidental y darle la autodeterminación al pueblo saharaui. Allí entró en escena el gobierno francés junto al de Estados Unidos. En el marco de la Guerra Fría, París y Washington evaluaron que no era conveniente un nuevo estado que podría aliarse a Argelia, rival de Marruecos y, peor, país del bloque socialista. Entonces jugaron el nacionalismo marroquí y Hassan II movió sus piezas. El 6 de noviembre de 1975 dispuso la movilización de 300 mil personas. Esa marea humana entró a pie en lo que, técnicamente, era territorio español. Mientras, en Madrid, Franco luchaba contra la llegada inexorable de la muerte, que se produciría el 20 de noviembre. Con su líder a punto de fallecer, el franquismo cedió ante la guerra de nervios que propuso Marruecos. El 9, los marroquíes retrocedieron y España firmó un acuerdo por el cual se comprometía a descolonizar el territorio, pero al mismo tiempo se desentendió de la causa de los habitantes del Sahara Occidental. Comenzó una guerra con Marruecos y Mauritania de un lado, y el Frente Polisario (brazo armado de los saharuis) del otro. El conflicto duró hasta 1991: el reclamo sigue, pero Marruecos ocupa el Sahara Occidental. Al mismo tiempo que cesaron las hostilidades con el Frente Polisario, la opinión pública francesa se vio sacudida por la aparición de un libro, Nuestro amigo el rey, de Gilles Perrault. El periodista, que había obtenido fama en los 60 con La orquesta roja (libro que relata las acciones del espionaje soviético en la Segunda Guerra), describió con crudeza el reinado de quien hasta entonces era visto como un monarca respetuoso de los derechos humanos. Hassan II intentó frenar su publicación y, obviamente, lo prohibió en su país.