Agente Fortune: el gran engaño tenía pautada su fecha de estreno para el primer trimestre del año pasado, hasta que, como diría Mauricio Macri, pasaron cosas. Dos, para ser precisos. La primera, industrial, fue una reestructuración en los estudios STX a raíz de la pandemia que obligó a sus ejecutivos a reordenar el esquema de lanzamientos de sus siguientes producciones. La segunda, geopolítica, se vincula con la invasión de Rusia a Ucrania iniciada en febrero: imposible que una película con un grupo de ucranianos como villanos pudiera ver la luz en ese contexto, aun cuando la villanía para esta película no vaya más allá del estereotipo construido durante décadas por el cine angloparlante de tipos con cara de malos y acentos marcadísimos.