Rusia ratificó que el objetivo de su intervención militar sobre Ucrania “no es la ocupación” de ese país sino la caída del gobierno de Volodímir Zelenski, al que volvió a acusar de “genocidio” y prometió que aportará pruebas sobre ello. El Kremlin lo instó a “deponer las armas” y se expresó “dispuesto a negociar” una vez que eso ocurra. El encargado de dar el mensaje que incrementa las presiones sobre Kiev fue el canciller ruso, Serguéi Lavrov, quien defendió la invasión desatada ayer y negó “la posibilidad de reconocer como democrático un Gobierno que oprime y utiliza métodos genocidas contra su propio pueblo".