No importa tanto la etiqueta específica ni tampoco lo que ocurre en términos de trama; importa mucho más lo que se construye a partir de esa trama y cómo se cuenta, la forma que adopta esa multiplicidad delirante que lxs BESA van moldeando para que la arbitrariedad se transforme en sentido. Celso (Max Suen) y Celia (Felipe Saade) son dos amigues “culo y calzón” que viven en la década de los ’90. El mundo que habitan está hecho a imagen y semejanza de esos personajes, una suerte de dimensión paralela regida por sus propias reglas, un universo noventoso no tanto por las referencias concretas (hay un vestuario rosa chicle estilo Barbie y algunos vocablos) como por ese aire de espectacularidad que lo tiñe todo. Si se piensa un poco en esos años, aparece la falsa idea de que todo era posible de la mano del “1 a 1”, pero esas fantasías terminaron estrellándose contra una de las crisis económicas, sociales y políticas más terribles en 2001. No es un dato menor que esta obra problematice un tema que suele ser tabú: el dinero. No sólo en la diferencia de clase entre los protagonistas sino también en las alusiones a la necesidad de inversión en el circuito independiente, los costos de vestuario o escenografía, el reparto entre artistas y salas o la distribución de la plata bajo el modelo de cooperativa.