Alejandro Dolina tiene una reflexión muy linda sobre el deporte en la que aplica el concepto "suspensión de la incredulidad", habitualmente reservado para las esferas del arte, el cine o la literatura. Según su hipótesis, para disfrutar de un partido hay que apagar ese sentido por cuanto dure la cosa y dar por hecho que lo que suceda en ese lejano campo de juego puede cambiarnos la vida, para mejor o para peor... De lo contrario, un partido no tiene sentido, no tiene interés. Ese reinado momentáneo de la credulidad se puede hacer extensivo a la ilusión siempre presente -por más chiquita que sea- del hincha que cree que su equipo puede ganarle a cualquiera, aunque enfrente esté el Goliat más poderoso. Claro, aunque la lógica patea para el otro lado, en el deporte sobran ejemplos para confiar en el heroico "batacazo".