Los jóvenes protagonistas del film del australiano James Vaughan lucen algo cansados, como si estar en el mundo les pesara. Tienden a la abstención: ni sí ni no. Sexo: tanto como podrían tener una acacia y un filodendro. Cero proactivos, se limitan a responder a las circunstancias con lo mínimo indispensable. Viven en un eterno presente, como si el pasado pudiera borrarse apretando la tecla de delete, y el futuro estuviera fuera de la página. A su alrededor el azar teje figuras extrañas: repeticiones impensadas, (des)encuentros a destiempo, sincronías imprevistas. De allí en más, las diferencias. Una de ellas, muy notoria, es que mientras el autor de Los guantes mágicos afirmó alguna vez que el cine era superficial, ya que la pantalla lo es, Friends and Strangers tiene un subtexto, aunque éste permanezca (casi) fuera de la vista. Una placa final lo trae, justamente, a la superficie, develando que a lo que asistimos fue a un film político.