Hace 17 años atrás una nube de humo negro cubría al barrio de Once en la ciudad de Buenos Aires. El 30 de diciembre de 2004 Cromañón se prendió fuego y allí se fueron 194 vidas de pibas y pibes que solo querían disfrutar de una noche de rock. Otros 1432 sobrevivieron, pero no olvidan lo que fue la peor noche de sus vidas. Tal es el caso de Nacho, uno de los sobrevivientes que después de 16 años aún tiene en las retinas los recuerdos de esa noche y se reconoce como un pibe “con mucha suerte”. Su historia es la de muchos otros que lograron escapar con vida. No fue así la suerte de quienes la perdieron, incluso después de la tragedia: cinco personas se quitaron la vida por las graves secuelas físicas y psicológicas que los afectaron. Lo que sucedió en Cromañón fue un cúmulo de negligencias que tuvieron responsables con nombre y rostro. El uso de bengalas y fuegos artificiales era parte de los rituales de los recitales por aquella época. Pero era responsabilidad de los organizadores, la Policía Federal y el Gobierno porteño asegurar el bienestar de los espectadores.