“María está muy bien: no toma ni un remedio, camina, se mueve y hasta se mete en las clases del estudio cuando tiene ganas. Baila un poco, se queda un rato y se va. No está al frente del estudio, pero al vivir en el mismo lugar, su presencia se respira”. Eso contaba en enero del año pasado a Página/12 la nieta de la bailarina María Fux, la cantante Irene Aschero, para anticipar las celebraciones por su centenario. Esa vitalidad tenía la artista a los 100 años. Este lunes, con 101, María Fux murió pero dejó un enorme legado para el campo artístico argentino. En los roles de bailarina, coreógrafa y docente fue una gran pionera de la danza moderna y la danzaterapia. En los festejos de 2022 se había contemplado un espacio para la danza colectiva improvisada al aire libre, invitando a todos los que quisieran sumarse. Ese espíritu de apertura e inclusión más allá de las edades o los condicionamientos físicos es el que siempre guió el trabajo de esta bailarina nacida en Buenos Aires y criada en Caballito en el seno de una familia de origen ruso, que comenzó a bailar de manera instintiva con tan sólo cinco años de edad. El llamado del arte, la pulsión de mover el cuerpo como quien sabe que ha venido a este mundo para eso. A los 13 años empezó a formarse en danza clásica con la primera bailarina rusa Ekatherina de Galantha, radicada por entonces en Buenos Aires.