La gigantesca central nuclear de Ignalina, en Lituania, fue inaugurada a finales de 1983, por entonces todavía bajo la tutela de la Unión Soviética. Pero su gloria fue escasa: en 1986, el desastre de la central de Chernóbil (que había servido como modelo para la de Ignalina, su hermana gemela), puso bajo la mira a la central lituana, donde también se descubrieron fallos de importancia. Cuando en 2004 la Unión Europea aceptó el ingreso de Lituania, entre las condiciones que impuso fue la de desmantelar totalmente Ignalina, un proceso tan largo y costoso que está previsto que concluya recién en 2038.