El martes 6 comienza Tango BA, el festival y mundial de tango oficial de la Ciudad de Buenos Aires, y se extenderá hasta el 18 de septiembre. La apertura oficial será a las 19.30 con el show “Noche de leyendas” en la Usina del Arte (Caffarena 1), que tendrá dos ejes: un homenaje a grandes milongueros, otro a María Nieves, y el regreso al evento del cantor Ariel Ardit, que llegará junto al sexteto del pianista y compositor Andrés Linetzky. En paralelo se desarrollará la primera milonga del Festival en el Parakultural (Scalabrini Ortiz 1331). Tango BA es el principal evento mundial dedicado al género y, como tal, suele ser también el depositario de aspiraciones, frustraciones y reflexiones de la mayor parte del sector. Su edición de este año, ya en plena presencialidad pospandémica, parece pensada para dar por tierra con gran parte de esas críticas, aún si en el proceso sacrificó parte de su autonomía y su potencial. Esta edición tiene varias innovaciones respecto a iteraciones anteriores del festival. La primera es que el 70 por ciento de su programación surge de convocatorias federales lanzadas hace tiempo por Tango BA. De estas convocatorias resultaron elegidos músicos y bandas de distintas tendencias que cubren de un modo u otro los estilos musicales que plantea la Asociación de Compositores e Intérpretes de Tango, y también bailarines y coreógrafos, que hace rato pedían pista para mostrar propuestas que se corrieran de la norma que habitualmente proponía el festival. Esto parece muy positivo a primera vista, pero en la práctica supone algunos problemas. Por ejemplo, entre los elegidos en esas convocatorias figuran nombres de extensísima trayectoria en el tango, como Marisa Vázquez, Ariel Prat y Eliana Sosa. Figuras que, por peso propio, deberían ser programadas directamente por el Festival y no entrar casi a los codazos. Una convocatoria abierta, en general, busca dar espacio a los artistas emergentes.