Los traslados de detenidos hacia el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT), la nueva megacárcel de El Salvador, se vienen repitiendo en las últimas semanas. Ninguno de ellos fue tan cinematográfico como el del 24 de febrero, cuando el mundo vio la forma en que dos mil pandilleros, en fila y en cuclillas, con sus torsos desnudos y sus característicos tatuajes, ingresaban al penal con capacidad para albergar a 40 mil detenidos.