La autoficción, ese género literario descripto por primera vez en los 70 por el francés Serge Doubrovsky, ante la ausencia de un término que se ajustara a los límites difusos, intenciones y alcances de su novela Hijos. Cuando Philip Roth publicó en 1990 Engaño, en cuyas páginas un personaje llamado Philip Roth conversa con un puñado de amantes del pasado y el presente, la deliberada confusión entre ficción y autobiografía, entre la creación pura y la posibilidad de la confesión, dio origen a infinitas notas en los suplementos de cultura, de lo amarillista a la lucubración académica. Difícil trasladar linealmente las páginas del volumen a la pantalla, desafío que el realizador francés Arnaud Desplechin (El primer día del resto de nuestras vidas, Reyes y reina) aceptó de manera frontal, sin eufemismos. Tromperie –a su vez el título en francés del original Deception– deja de lado desde un primer momento cualquier intencionalidad hiper-naturalista para acercarse al texto desde un formato episódico y consciente de los resortes narrativos, en varias ocasiones de tonos teatrales.