No es actor, ni director, ni productor. Puede caminar muy tranquilo por la calle porque está lejísimo de las grandes luces mediáticas, pero Fernando Martín Peña es una de las figuras más importantes del cine argentino, alguien que ha hecho del coleccionismo, la docencia y, sobre todo, de la divulgación de material fílmico de todas las épocas y nacionalidades las bases de una vida que parece nutrirse con el sonido los carreteles de los proyectores analógicos y del olor de los rollos de acetato y nitrato que manipula diariamente. A él le corresponde, por ejemplo, gran parte del mérito del hallazgo de una copia completa de Metrópolis, de Fritz Lang, tal como cuenta en su último libro.