El documental arranca en Mendoza, donde Moro tenía un programa en la filial de Radio Nacional. Pero durante el macrismo lo relegaron a manejar redes sociales, le borraron sus artículos sobre los juicios de lesa humanidad (eran 250) y le quitaron el espacio. Partió a Bolivia, donde pudo desempeñarse en radios locales y en Prensa Rural, el diario de la comunidad campesina boliviana. Moro era un periodista muy comprometido: en la Argentina había cubierto los crímenes de lesa humanidad y en Bolivia realizó doce crónicas para Página/12, antes del golpe, en las que relataba el clima político de violencia contra Evo Morales y adherentes a su gobierno, tras las elecciones legítimas que había ganado el líder político. Todo eso y mucho más relata el documental de Cali, quien también entrevistó a la familia del periodista y accedió a los audios de WhatsApp que Moro intercambiaba varias veces por día con sus familiares, en los que daba cuenta del agravamiento de la situación. Esos audios funcionan como el relato ordenador del film a través de la voz del propio periodista. El documental resalta que, a partir de la lucha sin descanso de la familia de Moro, acompañada por organizaciones de derechos humanos, actualmente existe una causa abierta ante la Justicia de Bolivia y de Argentina reclamando verdad y justicia para un crimen que se considera de lesa humanidad. “Quise contar una historia de vida en toda su dimensión. No quería hacer ni un homenaje ni un informe periodístico sino tener una mirada cinematográfica”, afirma la directora del film.