El Draft de la NBA es una verdadera utopía en tiempos de cada vez mayor desigualdad en el deporte, ya que entrega la oportunidad a franquicias débiles o de mercados más chicos de hacerse con proyectos de superestrellas como lo supieron hacer Cleveland con LeBron James en 2003, San Antonio con Tim Duncan en 1997 o incluso Chicago con Michael Jordan en 1983. Ninguno de estos equipos había salido campeón y ni siquiera jugado finales hasta la llegada de sus cracks.