Amor y destino: esas parecen ser a priori y a la distancia las dos fuerzas de gravedad en torno a las cuales giran los personajes de Solo las bestias, anteúltima película del cineasta alemán (pero que desarrolló toda su carrera en Francia) Dominik Moll, estrenada en 2019 en el Festival de Venecia (la última es La nuit du 12, presentada este año en Cannes). Pero eso solo es posible si se los mira a través del cristal de una concepción de la realidad algo romántica y anticuada. Porque si se presta más atención, tal vez esas dos fuerzas que los empujan a cruzarse no sean otra cosa que el deseo y el azar puestos en acción. Pura dinámica del caos. Dividida en capítulos que llevan los nombres de los personajes, Solo las bestias juega a contar la misma historia desde diferentes puntos de vista, revelando en cada nueva pasada detalles que permiten ir cada vez más atrás, hasta completar un rompecabezas complejo. Bajo la lógica del policial, la película ordena las líneas del relato alrededor de la desaparición de una mujer en un pueblo rural de Francia. El primer capítulo asume el punto de vista de Alice, la esposa de un granjero que tiene un romance con Joseph, otro granjero solitario y un poco bruto. Ella ve el auto abandonado de la desaparecida en medio de un camino nevado. De Joseph se ocupa el segundo capítulo. Él encuentra el cadáver de la desaparecida tirado en su propiedad. El tercer episodio está dedicado a Marion, una joven camarera que tiene un romance fugaz con la mujer desaparecida. Y así se suman los episodios, que van dando forma a esta historia de estructura coral.