Sin llegar a ser un híbrido ni a entrar de lleno en territorio documental, en Ruido la mexicana Natalia Beristáin construye una ficción atravesada por lo real, al punto de incluir en el reparto a personas que se interpretan a sí mismas. De ese modo aborda un tema urgente de la agenda mexicana, como es la desaparición de personas, en especial las mujeres. Un fenómeno atroz que, según afirma un texto al final de la proyección, comenzó con la llamada “guerra contra las drogas” y que ya se cobró más de 90 mil víctimas, cuyas ausencias son un desgarro irreparable en el tejido social de aquel país. Aquí es Julia, una mujer que ha pasado los 60, la que se empeña con tenacidad en dar con el paradero de su hija Gertrudis, quien ya lleva nueve meses sin aparecer. A pesar de su omnipresencia, el asunto de la desaparición forzada de personas no asoma tan seguido en la filmografía mexicana, llena de directores varones y oscarizados. Es cierto que, metáforas mediante, la violencia social suele tener un lugar destacado en algunas obras de otros cineastas, como Carlos Reygadas o Amat Escalante. Pero son las mujeres las que, así en las calles como en el cine, se encargan de mantenerlo visible. Hace unos meses atrás se estrenó en la Sala Lugones Manto de gemas, película de la debutante Natalia López Gallardo con más de un punto de contacto con este cuarto trabajo de Beristáin. Por un lado está la decisión de colocar al tema en el núcleo del relato, para hacer que desde el centro derrame su inmundicia sobre todos sus personajes. Que en ambos casos, además, son mujeres de forma casi excluyente.