Marco Bellocchio, un cineasta que nunca descuidó las formas, pero que siempre las asoció a un fuerte contenido político, en muchos casos decididamente anticlerical, como corresponde a un italiano –hoy de 83 años- formado en el marxismo y el psicoanálisis. Figura frecuente en Cannes, dentro o fuera de la competencia (el año pasado presentó aquí fuera de concurso su extraordinaria serie Esterno notte) vuelve ahora al concurso oficial con otra gran película, Rapito (Raptado), que está a altura de algunas de sus obras mayores, como La hora de la religión (2002) y Vincere (2009).